Junior Mendieta, el correntino que se destaca en el fútbol africano

“Ya fui a jugar a Congo, Marruecos, Egipto, Angola y Tanzania, y la experiencia es muy linda. Me sorprendió la pasión con la que viven el fútbol en Marruecos y en Egipto. Es una locura. Miles de personas gritando, cantando y silbando todo el partido”. Junior Mendieta, el único jugador que aporta el toque argentino a la Champions League africana le cuenta a La Nación su experiencia en el Mamelodi Sundowns sudafricano sin perder un acento litoraleño que se cuela por el teléfono. Correntino de 30 años, nacido en Colonia Carlos Pellegrini, en medio del Iberá, aunque criado en Villa del Rosario, pueblo entrerriano cercano a Chajarí, es uno de los tantos jugadores de nuestro fútbol que un buen día se lanzan a vivir la aventura de hacer carrera en otros horizontes sin saber demasiado bien dónde se están metiendo.

En su caso, fue un mensaje recibido por Instagram en tiempos de pandemia el que le cambió la existencia cuando jugaba en Atlético Rafaela, en la Primera Nacional. “Me contactaron de la nada de un club que se llama Stellenbosch. Tenían un captador que buscaba información y miraba estadísticas de jugadores por todo el mundo. Un día me escribe –en castellano– y me propone ir a jugar. Yo me preguntaba qué podía hacer en Sudáfrica. Para mí era un país raro del que no sabía ni cómo sería el fútbol”, relata Mendieta.

Antes de aquel mensaje, la trayectoria de este enganche o volante ofensivo sólo había transitado por clubes del ascenso. Comenzó en Deportivo Morón, en la B Metro, y aunque Lanús compró su pase a principios de 2016 y participó de la pretemporada, no logró quedarse: “Era el equipazo que entrenaba [Jorge] Almirón y fue campeón, había muy buenos jugadores, con más experiencia que yo”, aclara. Así inició su periplo de cesiones. Dos años en Los Andes, un regreso a Morón y el traslado a Rafaela fueron los pasos previos al gran salto de su vida.

“El hombre insistía e insistía, pero estuve como cuatro o cinco meses sin confirmarle nada concreto. Hasta que con Celeste, mi señora, empezamos a pensar en serio la idea de venir a probar. Catalina, nuestra hija, era todavía una bebé; y Brayton, el mayor, tenía 8 años, pero decidimos tirar para adelante”, cuenta desde Pretoria, capital administrativa del país donde tienen su sede The Brazilians, como se conoce al Sundowns por sus colores amarillo y verde.

“Llegamos y no lo podíamos creer. El lugar [Ciudad del Cabo] era una belleza, y la gente se portó de maravilla desde el primer día. Se pusieron a nuestra disposición, nos cuidaron, nos hicieron sentir como en casa, nos trataron de primera. Y eso que no sabíamos una palabra ni de inglés, ni de afrikáans, ni de zulú, que son los idiomas que más se hablan acá”, dice quien hoy forma parte de un amplio mural con los vecinos más destacados de Villa del Rosario, su terruño adoptivo.

La Champions League africana no tiene, desde ya, la pompa de su homónima europea. Son 16 equipos, algunos con nombres tan curiosos como Mimosas (Costa de Marfil), Simba (Tanzania) o Pyramids (de Egipto, claro) se reparten en cuatro grupos para clasificar a los que disputarán los playoff a partir de cuartos de final.

Mamelodi Sundowns, dominador absoluto de la liga de su país (lleva seis títulos al hilo) y reciente campeón de la Superliga de África, un torneo promocionado por la FIFA que culminó en noviembre su primera edición, es sin duda uno de los animadores. Luego de 4 partidos lidera su zona junto al TP Mazembe congoleño, y se perfila como candidato para volver a ganar una copa que sólo pudo levantar una vez, en 2016.

La potencia económica que le imprime Patrice Motsepe, multimillonario industrial minero que es dueño del club desde 2004 y actualmente preside la Confederación Africana, se traduce en resultados sobre el césped.

“El fútbol africano es así como se ve en los mundiales juveniles. La mayoría de los equipos son muy fuertes. Físicamente vuelan, pero en lo táctico ya es otra cosa. No voy a mentir: me costó un montón adaptarme al juego, al idioma –en el Stellenbosch nadie hablaba en español, terminaba hablando solo en el vestuario–, me partía la cabeza”, describe Mendieta, quien demoró varios meses en empezar acostumbrarse: “Logré ir sacando diferencias en lo técnico y en lo mental. Por un lado, tirando un caño o metiendo un buen pase a espaldas de los defensores. Y por otro, tirándome de cabeza a pelear una pelota y matarme por la camiseta. Ellos no sienten esa pasión que tenemos nosotros”.

La evolución que fue mostrando durante sus tres años en el club de Ciudad del Cabo le abrió a Mendieta las puertas del Sundowns, que pagó 650.000 dólares por su pase en julio de este año. “Me sorprendió mucho este equipo, es algo totalmente distinto”, afirma el enganche correntino: “Hay un gran nivel, mucha calidad, un muy buen sistema de juego que conocen de memoria porque hay varios muchachos que llevan muchos años juntos”.

De la mano de los Brazilians, Mendieta comenzó a recorrer África. “Una cosa es el norte [Marruecos y Egipto], y otra, los demás. El resto de los equipos casi no tienen extranjeros, ni tampoco las canchas están muy buenas. Corren mucho, pero poco más. Futbolísticamente, nosotros somos muy superiores, y gracias a eso no se notan mucho los arbitrajes. Porque cuando vas de visitante te bombean como en todos lados”, dice entre risas.

En la Superliga africana, el Sundowns eliminó en semifinales a los egipcios de Al Ahly, el equipo que en el actual Mundial de Clubes derrotó a Al Ittihad, conjunto dirigido por Marcelo Gallardo. Los dos, junto con el Wydad Casablanca de Marruecos, el Mazembe de Congo y tal vez el Esperance de Túnez parecen destinados a pelear la Champions de esta temporada. “Estoy convencido de que estamos para ganarla y meternos en el próximo Mundial”, subraya Mendieta, quien se está recuperando de una lesión en los isquiotibiales que le ha impedido hasta ahora consolidarse como titular.

Brayton, el pibe que llegó a Ciudad del Cabo con 8 años, hoy tiene 11 y habla perfectamente en inglés; Catalina ya cumplió los 4 y va al jardín correspondiente a su edad; y Celeste disfruta del cambio de ciudad. Básicamente, porque en el Sundowns los Mendieta se encontraron con las familias del uruguayo Gastón Sirino, el chileno Marcelo Allende y del brasileño Lucas Ribeiro. Su compañía los acerca a las costumbres sudamericanas y les facilita las charlas en los días libres.

“Somos una familia humilde, tranquila, y la verdad es que nunca imaginamos que íbamos a pegar un salto tan grande. Estamos muy felices y sorprendidos por todo lo que hemos logrado”, se confiesa Junior Mendieta al otro lado del océano y del teléfono. En el exótico Mamelodi Sundows, que allá por 2005 entrenó Ángel Cappa, al volante que cambió la B Metro por la posibilidad de ser campeón africano le quedan dos años de contrato y una opción por otros dos: “Después nos vamos a volver. Tango ganas de seguir creciendo y aprendiendo todo lo que pueda de este mundo, pero nuestra familia y nuestra vida están allá. Y además, me gustaría quitarme la espinita de jugar en un equipo de Primera en la Argentina. Si Dios quiere, sé que se me puede dar”.

Nota: La Nación

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